🔎 Buscador de Palabras

El viento arrastraba arena y susurros sobre las dunas infinitas. En medio del desierto, una figura solitaria avanzaba con pasos firmes pero cansados. Era Karim, un viajero que buscaba algo que pocos creían real: la ciudad enterrada de Qamar, donde según la leyenda, el tiempo se detenía y los deseos más profundos se cumplían. Había escuchado historias de ancianos y comerciantes en oasis lejanos. Todos hablaban de torres de cristal sepultadas, de voces que se oían entre las ruinas, y de una puerta que solo se abría a quien llegaba con el corazón sincero. Karim, huérfano desde niño y criado entre mapas y libros antiguos, sentía que ese lugar le pertenecía antes incluso de haber nacido. Tras semanas de viaje, su agua se agotó y su sombra se hizo más delgada. Cuando estuvo a punto de rendirse, una tormenta de arena se levantó con furia. Se cubrió el rostro, cayó de rodillas y, en ese instante de desesperación, el suelo cedió bajo sus pies. Despertó dentro de una sala iluminada por un resplandor azulado. Las paredes tenían inscripciones que reconoció de viejos textos: eran fragmentos de sueños. “Solo los que recuerdan lo que anhelan pueden seguir”, decía uno. Karim, tembloroso, murmuró: “Quiero saber de dónde vengo. Quiero encontrar a mi madre”. Una puerta se abrió sola. Del otro lado, una ciudad silenciosa y hermosa se alzaba entre cristales, árboles flotantes y estanques que reflejaban constelaciones. Era Qamar. Pero no estaba vacía: figuras etéreas caminaban por sus calles. No eran fantasmas, sino recuerdos vivos. Una de ellas lo observó con ternura. Era su madre, igual que en las fotos que conservaba entre las páginas de su cuaderno. Se acercó y le habló sin mover los labios: “Este lugar guarda todo lo que fue amado y perdido. Pero no puedes quedarte”. Karim sintió lágrimas recorrer su rostro quemado por el sol. “Entonces solo dame una respuesta, una verdad”. Su madre sonrió: “Siempre has llevado las respuestas contigo. Qamar solo te las recuerda”. El viajero cerró los ojos. Cuando los abrió, estaba de nuevo en el desierto, cerca de un oasis que no recordaba haber visto. En su bolso, encontró un mapa nuevo, con rutas trazadas que nunca dibujó, y una flor azul que no crece en ese clima. Desde entonces, Karim se convirtió en guía de viajeros, no por dinero, sino para llevarlos a sus propias versiones de Qamar. Porque entendió que no todos buscan lo mismo, pero cada uno merece encontrar lo que su corazón no ha dejado de llamar.